verde oliva: La noche estrellada

04 agosto 2005

La noche estrellada

Cuando era pequeño, algunas veces me quedaba a dormir en la masía de mis abuelos. Hace ya muchos años que no lo hago y ya casi no me acuerdo; eso sí, hay pequeños detalles que no se olvidan. Teníamos una placa solar que nos proporcionaba algo de electricidad, siempre que no hiciera mal tiempo durante el día. Recuerdo la débil y renqueante luz de los tubos fluorescentes durante la cena. También recuerdo el vapor que salía de mis pantalones mojados, frente a la chimenea, después de que me pillara una tormenta en el campo. Y el sonido de millones de grillos por la noche, que súbitamente se apagaban durante unos instantes, y al unísono volvían a comenzar. Pero el mejor recuerdo que tengo es el de la vía láctea, sin nubes y sin luna.
Después de cenar salíamos fuera, nos echábamos en nuestras tumbonas, sin ninguna luz más que la luz de las estrellas. La luz de la noche estrellada es ténue, pero vibrante; es un espectáculo imposible de ver en las ciudades. Era como si la noche se moviera. El cielo parecía dividido en dos por un blanco fantasmal, que contrastaba con el negro circundante. Pero tampoco era negro. La gran cantidad de luces blancas, azules, amarillas y rojas hacía que el firmamento tomara un tinte azul oscuro, sobre todo tras pasar un buen rato sin ninguna luz artificial. De vez en cuando pasaba un pequeño mamífero volador a la caza de algún insecto y entonces veíamos claramente lo azulado del cielo. ¿Habéis intentado distinguir un objeto negro sobre fondo negro? Si lo puedes distinguir es porque el fondo no es tan negro como parece. Mientras intetábamos descubrir dónde se encontraban la Osa Mayor, la Estrella Polar, el cinturón de Orión y Marte, el rojo dios de la guerra, pasaba un pequeño punto brillante surcando el cielo a gran velocidad, pero sin estela, y entonces mi padre soltaba siempre: "mirad, un satélite". Y después veíamos otra dosis de parpadeante modernidad en verde y rojo, más lenta, y mi abuelo se ponía a hablar de cómo era posible que un cacharro de metal de varias toneladas pudiera volar. A veces, si esperábamos lo suficiente, veíamos una estrella fugaz que nos alegraba la noche, comentábamos alguna cosa de última hora y dábamos por terminada la sesión.
Vincent van Gogh tiene una frase apropiada: Cuando siento una terrible necesidad de religión salgo de noche para pintar las estrellas. Si a alguien no le gusta "La noche estrellada", de Van Gogh, este es un buen momento de volverlo a ver y recapacitar. Y que nadie me discuta que la noche de Van Gogh no se mueve. Vibra, arde y se arremolina.

2 Comments:

At 8/09/2005 12:52 a. m., Anonymous Anónimo said...

Para ser un ateo parece que te interesa mucho la religión ;)

 
At 8/09/2005 1:06 a. m., Blogger Oliva said...

Pues verás, he de admitir que yo jamás "siento una terrible necesidad de religión". Aunque entiendo a aquellos que intentan encontrar a Dios (o sucedáneos) detrás de cualquier fenómeno asombroso. Realmente sí que creo en algo, aunque no sé exactamente lo que es.

 

Publicar un comentario

<< Home